LA GRAN FAMILIA

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lunes, 15 de octubre de 2012

CALIDAD, AMABILIDAD… Y SELF SERVICE (HUELGA EN PARADORES)

(Reedición)

“Calidad, amabilidad, leyenda, a mi modo de ver estas tres palabras encierran desde 1928 la esencia de Paradores de Turismo de España.”



Aunque el objetivo de mi blog no sea el de evaluar las relaciones laborales de PARADORES, es cierto que en un blog, y en un trabajo en la redes sociales dedicado en exclusividad a intentar contagiar mi amor por PARADORES a cualquier persona que esté dispuesta a seguirlos, obviar un momento tan triste para un cliente, para un amigo tan fiel como pretendo, y creo que consigo ser, en relación con la Red hostelera, podría parecer ocultación, y no suelo ocultar casi nada.
No concibo un puente festivo, unas vacaciones, unos euros ahorrados, sin que su destino no sean alojarme una vez más en uno de los queridos Paradores, patrimonio turístico de todos los españoles desde hace ochenta y cuatro años. Por eso este Puente del Pilar también tenía como destino uno de ellos, para lo que tenía efectuada una reserva hecha con meses de antelación.
Para un hombre de ya no muy lejana jubilación que siendo niño se quedó atónito y prendado de PARADORES, a través de la visión de una armadura en la puerta de uno deellos, la convocatoria de huelga general en PARADORES para el Puente del Pilar (y los dos siguientes) ha representado todo un dilema. Mi sitio desde que nací, y por los padres que me engendraron, ha estado siempre al lado de lo que soy, de los trabajadores, de cualquier estatus y condición, siempre que esta no haya ido o vaya en contra precisamente de lo que, reitero, soy: un trabajador desde hace cuarenta y cinco años.
De una parte pensaba que debía anular mi reserva por respeto a las reivindicaciones de quienes durante casi cuarenta años vienen cuidándome, atendiéndome, transmitiéndome en persona, directamente, de tú a tú, las tres palabras: calidad, amabilidad, leyenda…
De otra, pensaba que cuando una empresa pierde sus ingresos -y los clientes somos la fuente principal de ellos, el motivo de existir de la red- los gestores, "los de arriba" donde primero suelen repercutir esa falta de ingresos es, precisamente, en los trabajadores. Por tanto decidí no anular mi reserva, que mi papel en esta huelga no pudiera ser otro que lo que soy:  el de cliente fiel a PARADORES, y en esta situación, si es lo que fuera a corresponderme, el de cliente perjudicado por la Red de Paradores de Turismo de España.
A la llegada al Parador, da igual el qué haya sido, ya que esa situación se habrá repetido en cada uno de ellos donde la huelga haya tenido el seguimiento tan contundente que yo he presenciado, la situación no ha podido ser otra más que de tristeza, quizá también de rabia, de indignación, pero eso suele llegar después de la tristeza.
Hasta este momento mi único momento de tristeza en PARADORES durante casi cuarenta años, fue no hace mucho en mi querido Parador de Puerto Lumbreras (Murcia) cuando le vi convertido en un gran comedor, frío y poco concurrido, cerrado al alojamiento, a la hospitalidad -esa palabra que PARADORES ha hecho tan hermosa e importante-, sin apenas trabajadores, agonizante. Ver ese "cobijo levantado junto a un perfume de matorral", mortecino, agonizante, fue, seguramente, una de las comidas más tristes de mi vida.
Pues bien, la visión antes de ayer, de un Parador muy ocupado de clientes, pero casi vacío de la savia, el nervio, el fundamento que le confieren sus trabajadores, reincidió en aquella triste experiencia reciente.
Fotografía de creación
Y no existe en la apreciación interés alguno por la merma de servicios que he padecido, o por no haber podido comer  en el Parador por estar su cocina y comedor absolutamente cerrados, ni porque no se me haya hecho la cama ninguno de los días o limpiado la habitación. Es más, como cliente enamorado del espíritu de la institución, de ese que reparten las plantillas enteras de trabajadores y trabajadoras por doquier y en cualquier establecimiento, de esa calidad, amabilidad y leyenda que me afiliaron a ella, he podido apreciar y disfrutar la condensación de todo ello en las no más de cuatro personas que nos han atendido a todos, desde la dirección hasta la trabajadora de menor nivel; ellas, ellos, sin duda por ese mismo amor que compartimos, han repartido el espíritu de Paradores en esencia y hasta la emoción, y han dejado a sus compañeros en el buen lugar que siempre han ocupado en mi corazón y en el turismo español y mundial.
Pasada la tristeza inicial, el vacío que supone el vacío, suele llegarme la rabia, la indignación por lo que no se acaba de entender. Me pregunto que si como es evidente los clientes siguen yendo a los Paradores (no hablo de oído, llevo casi ochenta alojamientos desde agosto de 2009), si se vuelven a ver cada vez más clientes procedentes del extranjero en ellos, si la institución cuenta con un numerosísimo grupo de clientes Amigos, fidelizados, asistentes, y entre ellos no pocos con una Tarjeta que certifica que son un círculo aún más asiduo. Si es difícil alojarte un fin de semana en un Parador donde no se esté celebrando una boda, un bautizo, unas bodas de oro, plata, cumpleaños, congreso, etc., si el turismo es lo que menos mal va en nuestro país ¿por qué se está produciendo esto? ¿Por qué si la manida crisis no se comporta igual en todos los ámbitos, se está obligando a los trabajadores a que tengan que reivindicar sus derechos de una forma, desde mi punto de vista, tan perjudicial para el presente y el futuro de la Institución?
Me constan en los lugares que he estado, grupos de trabajadores y trabajadoras, hasta la generalización, desde la dirección abajo decididos y entregados a sacar adelante una empresa por la que en la inmensa mayoría de los casos sienten, igual que muchos de sus clientes, un gran orgullo de pertenencia ¿Entonces dónde está el origen más allá de la crísis para tan grave problema como hemos podido ver con tristeza este puente del Pilar?
He leído mucho en los últimos meses sobre la intención de la cúpula directica de PARADORES, supongo que al dictado del gobierno de turno, de privatizar, o enajenar PARADORES. De que cuando se encuentran con el problema de unos castillos, palacios, conventos, etc. que fueron donados por sus dueños para lo que son y no para otra cosa, que son además patrimonio nacional, estudian privatizar la gestión y no el castillo, etc.
Y yo me he preguntado muchas veces ¿por qué quieren privatizar lo que mejor va? ¿Si hay trabajadores, gestores,  dispuestos a mejorarlo, si hay clientes fieles, si hay Amigos, por qué enajenar lo que es PATRIMONIO DE TODOS?
A veces, enfadado, y sin intentar molestar con esta opinión a nadie, pienso si no se querrá estropear más el juguete para luego malvenderlo por mal funcionamiento. Espero qeu no. No sé. En cualquier caso hay tres cosas que me gustaría pedir a cada una de las partes que sujetan esta incomparable red hostelera histórica, orgullo que debe ser de nuestro país: a los trabajadores y trabajadoras de cualquier estamento, estatus, en los establecimientos, que no se dejen abatir, que luchen, que trabajen, por todas y cada una de esas Casas hermosas donde, en no pocas de ellas y casos, ya practicaron sus antepasados la preciosa y noble profesión de la hospitalidad, dejando tan alto el pabellón.
A los directivos de turno de los servicios centrales de PARADORES, que no pierdan el respeto ni a trabajadores ni a clientes, que no todo puede valer para intentar privatizar algo como sea, que cuando se estropea un institución tan importante para un país y su historia, por blindado o blindada que se crea uno, le acaba salpicando de una. forma u otra. 
Y a mi grupo, al de los clientes, al de los Amigos, que seáis conscientes de que PARADORES es PATRIMONIO DE TODOS, y que no pocas veces hay que reivindicar, luchar incluso por la conservación y el respeto de lo que también es de uno de alguna manera, pues de lo contrario, cuando desparece, o cuando ya no encontramos ni la amabilidad, ni la calidad ni la leyenda, y a cambio encontramos otras siglas, otras letras que no son nuestra querida “P”, y que ahora ni tenemos en cuenta para nuestros puentes, también perdemos nosotros de una manera muy dramática nuestra identidad, nuestra forma de vida, nuestro patrimonio.
Me gustaría que a todos se nos traspasara la fuerza de todas esas armaduras como la que yo encontré en el Parador “Raimundo de Borgoña” en los años sesenta, y que están repartidas por otros de España, la sabiduría y labor de aquellas órdenes que vivieron un día los monasterios, los conventos, la capacidad de defensa de los caballeros que defendieron los castillos, la diplomacia de cuantos reyes, nobles, príncipes, princesas habitaron sus palacios... para defender, mantener, y en cuanto sea posible, mejorar esta red hotelera pública que desde hace tantos años es la Casa de todos los españoles.
Yo, humildemente, voy a seguir haciendo lo que pueda. Por eso hoy, muy tarde, antes de deshacer la maleta, escribo esto.
Gracias por vuestra voluntad.



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