LA GRAN FAMILIA

LA GRAN FAMILIA

domingo, 16 de diciembre de 2012

DENTRO Y FUERA CON EL CORAZON PARTIDO




“Fue tal mi emoción que no se me ocurrió otra cosa que darle casi un mitin sobre lo que él ya sabía y padece de sobra, pero es que si no lo que le hubiese dado es el abrazo que me apetecía para decirle, para decirles, lo que también sabían ellos…”


Suelo reservar mis alojamientos en PARADORES con la mayor antelación que puedo. A veces con mucha anticipación. Así he tratado siempre de que tanto la Red pública como yo nos beneficiásemos de ello.

Por eso, antes de saber el calendario de huelgas convocadas entre el personal de PARADORES para intentar defenderse de lo que ya preveían y han acertado, tenía efectuadas reservas para alojarme en dos Paradores el puente del Pilar y el de la Constitución antes de que esta política económica a la deriva de nuestro gobierno, y estos recortes salvajes en todo, me impidan también poder asistir a refugiarme donde más me ha gustado hacerlo casi toda mi vida: en PARADORES (¡Que aviesos me parecen estos chicos y chicas de la política! Resulta que quieren salvar PARADORES, pero para ello echan a los ciudadanos usuarios de sus trabajos. A los que todavía no, les congelan el sueldo, les quitan las pagas, les quitan los días de vacaciones, les quitan las ganas de vivir, les suben el IVA, etc. y luego dicen que desciende la demanda.. ¡Si no fuera porque es de llorar, me daría risa ¡Pero no, no me río!).
Aunque lo hago desde hace poco tiempo, compartir en algunas redes sociales mi pasión por PARADORES, y mi indignación vital por lo injusto, lo torcido, lo hipócrita, lo farisaico, ha ocasionado que en algún establecimiento, alguna vez, alguien me haya identificado. Y como las jerarquías -no me refiero en los establecimientos claro está- por muchas puertas que pongan al campo, poco pueden hacer frente a unos ojos que se miran, he podido ir percibiendo mi verdad sobre el asunto. Es posible que esté equivocado, pero, desafortunadamente, ya no yerro mucho, me gustaba más hacerlo, porque eso pasaba cuando era más joven.
En ninguna de las dos ocasiones anulé mis reservas, como no lo haría si la tuviera para el día 31 de diciembre y 1 de enero, aunque me tuviese que llevar los polvorones de casa, o mejor, no tomar polvorones, que hay muchos seres humanos que esos días no toman ni un sopicaldo y siguen luchando por sobrevivir (las uvas no me las llevaría desde luego, por mi este año se las pueden tomar Don Mariano Rajoy, Doña Soraya Sáenz de Santamaría, Doña María Dolores de Cospedal, Doña Ángela Alarcó, etc. juntos o por separado, como mejor prefieran, y en su caso, claro está, con lógica y coherencia, porque han tenido mucha suerte este año, les ha ido muy bien y así a lo mejor siguen la racha. Pero yo no las voy a tomar, lo cual no quiere decir que no vaya a ir a Paradores si puedo).
Y no he anulado mis reservas porque opino que una huelga sin clientes a los que desatender no desarrolla su cometido esencial de reivindicación, y porque presuponía que la Dirección de Paradores iba a echar las cifras de lo supuestamente no ingresado, contra sus trabajadores -¡Qué paradoja, resulta que se quejan de que no tienen clientes, pero cuando hay huelga  tienen unas pérdidas millonarias de lo que han dejado de ingresar! ¿En qué quedamos, vamos o no vamos a PARADORES?- y no quería que mis euros formasen parte de esa, voy a llamarle estrategia. De una forma u otra, nunca emplearé conscientemente un euro mío que piense que se puede volver contra un trabajador o una trabajadora.
Esa asistencia en todo tiempo, me ha posibilitado conocer, y comprender las posturas de dentro y de fuera del Parador (casos raros aparte; en todas las plantillas del mundo existen los mismos estereotipos del servil, la pelotilla, el trepa, etc. En todas las familias hay de todo, y no hay ningún motivo para que en PARADORES tenga que ser de otra manera) que, en definitiva van en pos de lo mismo con distintas habilidades: Salvar la empresa, y conservar sus trabajos y los de sus compañeros en ella.
Una parte opta por agobiar a los directivos de la moqueta y el supersueldo privándoles de sus servicios, otra considera que a las directivas de tentemientrascobro la falta de ingresos de la Casa les importa un pito, y con sus servicios intenta facilitar de alguna forma desde dentro que los de fuera puedan seguir reivindicando.
Y desde luego, fuera y dentro están absolutamente de acuerdo en lo mismo, en que lo que les/nos están haciendo es una sinvergonzada de tomo y lomo, y que les quieren malvender la Casa que ellos y otras cuatro generaciones han sacado adelante. Estoy completamente convencido de que se podían turnar, los de dentro podrían relevar (excepciones hechas) a los de fuera, y viceversa.
El otro día, cuando en el Puente de la Constitución abandonaba con mucha pena, el Parador en el que, evidentemente, no había podido ser tan feliz como otras veces, y no, ni mucho menos porque me faltaran los cuidados y el buen trato, sino porque la tristeza, la zozobra, la indignación… se refleja en la cara de todo el personal de PARADORES, independientemente de si están fuera o dentro, me sucedió una de las cosas más emocionantes que me ha ocurrido en mi ruta vital al lado de esta querida familia:
Todavía no me habían terminado de despedir, casi en la puerta, dentro, un director de esos que por su trayectoria y conducta yo pienso que tendrían que ser presidentes de lo que entienden, en lugar del político o la amiga de turno, una trabajadora vestida de paisana y otra desde el mostrador de recepción, cuando, ya fuera, se aproximó un hombre joven que formaba parte de un grupo que escoltaba una pancarta contra el ERE de Paradores y pidiendo lo que hace tanto niegan: un convenio colectivo, y me dio las gracias por la insignificancia que supone que, desde la humildad de mi perfil en Facebook o en Twitter muestre mi amor por la Casa, por la familia de trabajadores a la que pertenecen, y exponga mi indignación por lo que les/nos están haciendo.
Fue tal mi emoción que no se me ocurrió otra cosa que darle casi un mitin de lo que él ya conoce y padece de sobra, pero es que si no lo que le hubiese dado es el abrazo que me apetecía para decirle, para decirles, lo que también sabían ellos: ¡Soy de los vuestros, un trabajador como vosotros, que lleva 45 años trabajando y cotizando, y que un día, de niño, se quedó turulato frente a una armadura en Ávila, y desde entonces ha tenido la inmensa suerte de poder ser atendido, mimado, por vosotros y por vuestros padres y abuelos!
Les pedí hacerme una foto junto a ellos porque quería tener el honor de ponerla en este artículo. Y mientras nos la hacía mi pareja, en ese breve instante que tarda en dispararse el objetivo, pero que se me hace una eternidad casi siempre, pensaba en cuanto puede llegar a esconder un uniforme, y en cómo  el frío refleja pronto la verdad. Pensaba en esos inmensos sayales verdinegros -tipo “sergiarola” que les han puesto a mis camareros y camareras de cabecera, que jamás propician pensar que tapan cientos y cientos de sueldos que no llegan a los 800 euros. Y qué claro quedaba en la cara de frio, en sus gorros de lana, en su mirada de agradecimiento, en la cálida mano tendida de mis amigos de fuera ese día, la necesidad de luchar porque esos ochocientos euros no sean aún menos, o desparezcan.
Siempre he sido un niño de mucha imaginación, de mucha fantasía, ahora cuerda, y nunca seré yo el que vaya en contra de ninguna reivindicación, muy al contrario, las hago muy frecuentemente, pero no me puedo quitar de la cabeza la opinión de que a esta Dirección de Paradores de ahora le viene muy bien todo para los que yo considero que son sus objetivos.
Que le viene bien el agujero del ladrillazo de lujo, y la buena vida institucional del equipo anterior; que le vienen bien los que tratan de salvar la casa desde dentro, y los que para salvarla pasan frío fuera, y ya he tenido dos veces el mismo sueño que voy a confiaros como lo que es, un sueño, un imposible. Sobre todo porque se necesitaría la unidad total de todos los miembros de la plantilla, los de fuera y los de dentro para estar dentro y fuera juntos. Aquella unión que hacía la fuerza que me enseñaron mis padres de niño.
En mi sueño se produce una huelga secreta, sin avisar, que se la pasan unos a otras por mensajes, boca a boca… sin comunicados oficiales ¡nada! Como aquella noche de 2004 cuando el gobierno dio un vuelco en muy pocas horas. Y que hace en el sueño que un día no haya ni una sola alma en un Parador y que una muchedumbre de paisano, silenciosa, sin más, pues cuando hay unión y cantidad el eco sordo del silencio impone más que los pitos, ocupa la calle Requena de Madrid y llega hasta la Plaza de Ramales, Arenal… hasta la Puerta del Sol donde está el reloj de las uvas.
En mi sueño, al día siguiente es nochevieja y por el mismo método y la misma sorpresa que antes consiguió la unidad fuera, todos los trabajadores y trabajadoras de Paradores irrumpen los comedores, dentro, uniformados, con sus familias, padres, madres, hijos, y viene cargados de viandas, humildes nada de lujo, y de turrones y de peladillas, y de mazapán ¡y uvas! Y los clientes, y los Amigos ya lo sabíamos también ¡éramos cómplices¡ y habíamos reservado, y no habíamos hecho caso a la publicidad de los Servicios centrales de la Casa, y estábamos ahí, esperándoles para celebrar juntos la victoria. Porque en mi sueño no me cabe duda alguna de que ese día ganamos los trabajadores y los clientes, los de fuera y los de dentro, y dejamos sin cenar a esos pocos, muy pocas que conocemos casi todos, y que sabemos que no están ni fuera ni dentro.







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